De Arte va la cosa…

 
Madrid ha vivido estos días su  semana de arte contemporáneo con la celebración de ARCO en IFEMA y Art-Madrid en el Pabellón de Cristal, y a raíz de eso mil eventos colindantes… Y ya os comento, una de las ilusiones de mi vida sería tener una galería, pero, claro, quién no quiere ser Dasha Zhukova….

La cosa es que me parece espectacularmente difícil. Vamos a ver, ¿cómo se sabe si algo es arte o el traje nuevo del emperador?¿Es algo arte cuando alguien dice que es arte? ¿Quién tiene que decirlo? ¿Y en qué puede basarse para afirmarlo? ¿Es arte porque es bello? ¿Es arte porque es diferente? ¿Por lo que representa o lo que hay detrás de la obra? ¿Porque llevó años de trabajo?

Mi “Petit Larousse”, que no tengo a mano, pero que siempre será mi “dicco” (diccionario) preferido, dirá casi seguro que el arte es la expresión personal de una visión del mundo (aprendí a hablar con él, conozco su estilo). Pero como dice Foenkinos en La Délicatesse (atentas todas las románticas, hacía tiempo que no leía un libro tan… delicado…. por lo visto en breves llegará a la gran pantalla con Audrey Tatou, leedlo antes, cuando topé con él por casualidad, pensé que era yo y mi sentimentalismo y por lo visto es la pera de verdad), “el Larousse acaba allí donde el amor comienza”.Y al final, me parece a mí que el arte podría describirse como “aquel producto o actividad que provoca una reacción en el receptor del mensaje”.
Van Gogh no vendió un cuadro en su vida, así que si soy capaz de visitar París un fin de semana exprés y sentarme delante de una de sus pinturas toda una tarde sin moverme, convencida de que el mayor tesoro de esa ciudad está en el Quai d’Orsay, se debe a que tengo el gusto educado para ello, supongo.
La última exposición que vi en el Guggenheim me horrorizó (juzgad vos, os dejo el recuerdo debajo), y sin embargo la casita de Puppy a orillas del Nervión, aunque digan que se oxida, me parece absolutamente increíble, y siempre que la veo siento algo especial.
Goya será Goya, pero no tengo yo a Saturno dándose el banquete de su vida en mi casa ni borracha.
Mi madre, que sí sabe bastante de arte, y también de literatura, música o cine, es incapaz, absolutamente incapaz de comprender que a mí me apasione la moda. Llevo intentándolo desde que era pequeñísima. Con mi padre, ni lo intento, claro, pero la verdad es que sería mucho más fácil convencerle a él, porque si bien no reconozca el genio de los diseñadores, es sensible a la calidad de los materiales y probablemente a la revalorización de piezas únicas con el paso del tiempo. Pero ninguno de los dos considera que la forma de vestirse cada mañana pueda ser una auténtica cascada de creatividad. No son sensibles a eso, les parece “frívolo y superficial”, aunque las veces que hemos tenido el auténtico regalazo de ver un buen ballet, os aseguro que el vestuario ha pesado horrores, y que un musical, ya puede ser en Broadway, pierde valor si el  abrigo de Mary Poppins no es como tiene que ser.
En fin, todo esto del arte es en definitiva territorio de trendsetters, como la moda, y todo en lo que podáis pensar. Yo, personalmente, lo llamo psicología emocional al día. Saber qué le va a gustar a la gente, Y bueno, algunos creyeron en Warhol, otros compraron sus obras porque las compraban sus amigos, y seguramente otros nunca hubiesen reconocido su genio. ¿Quién se atreve a ser una Diana Vreeland? Y me voy lejos, pero tanto Anna Wintour como mi archiquerida Carine Roitfield, desterrada del imperio Vogue (se pasó de «Irreverent»),  se dedican a eso. A decidir qué cosas son arte y cuales no lo son.
Pat

unbaberoparamama.es

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