Superar los miedos

  Desde que dejé a la enana con poco más de cuatro meses en la guarde, comencé a pensar la pena que me daría el día que fuese al colegio (si lo se, bastante masoca, pero por aquel entonces pensaba demasiado en el largo plazo).

  No es que pensase en lo mayor que me sentiría una vez comenzase el colegio, si no, en lo «mayor» que sería ella, y lo (seguramente, cosa que confirmo) rápido que pasaría el tiempo.

  Cuando era bebé, no quería que dejase de serlo, cuando cumplió un año desee que el segundo año pasase más despacio ( y ocurrió totalmente lo contrario).

  En el segundo cumpleaños, le ayudé a soplas las velas y pedí que los tres años llegasen un pelín más despacio ( y nada, no hubo forma).

  Ayer fue su primer día de cole, si, en mi cole, a ese al que llegué en tercero de primaria y del que tan buenas amigas saqué, si de esas, de las de toda la vida (suerte la mía). Y no voy a negaros que no estaba «triste».

  Muchas no me entenderéis, otras muchas sí, pero bueno, os explico el porqué.

  Había terminado su primera etapa, y comenzaba una muy larga, donde crecerá y saldrá hecha toda una señorita, y espero que igual de feliz que de costumbre.

  Comenzó su primer día feliz, fue muy feliz por lo que me dijo la profe, y a mi no pudo ponérmelo más fácil, porque si llega a llorar tendría seguramente iba yo detrás, y Mr.A hubiese alucinado.

  Creo que ambas estábamos nerviosas, ella, porque entraba en el cole de mayores y yo, porque la nostalgia hizo que el día anterior apenas durmiese, y que ayer me levantase hecha un manojo de nervios (si, de esos como cuando expones tú sola un trabajo en la universidad por primera vez y todos te miran muy fijamente, o de tu primer día de trabajo), así me sentía yo, puro nervio y emoción a la vez.

  Y como no, esta noche pensaba en si me la liaría o no, ya que esta vez sí sabría a dónde iría, pero suerte la mía, que se ha quedado feliz y me ha despedido como quien no quiere la cosa. Y no penséis que me ha molestado, ni mucho menos, he sido feliz, y más al ver a una compi suya de clase que se quedaba berreando mientras la madre huía despavorida con el corazón roto.

  Así que a todas las mamis que vuestros hijos se quedan llorando, todo mi apoyo, no debe ser nada pero que nada fácil, y a las que sus hijos se quedan felices y os marchais con un vacío por dentro, ¡no estamos solas! lo se, porque he hablado con muchas mamis y a casi todas les pasa.

   Gracias por pasaros por aquí, os dejo que tengo varios proyectos entre manos de los que pronto escribir´un post, mientras tanto os dejo con mis historietas
¡feliz ecuador de la semana!

unbaberoparamama.es

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