Madrid es una ciudad de sol



Las lokatiks-locáticas, locatiqueábamos ayer con la esperanza de que hoy nevase en Madrid. Y esperábamos la nieve con nuestras prendas más norteñas, de esas que en Madrid sólo se ven si caen copos (gorros de lana con pompones, jerséis de grecas y renos tipo Stella Mc Cartney aquella colección pero otra vez tan de moda este invierno etc.). Malvada previsión, porque no ha nevado. Ha llovido. Y Madrid no es para lluvia, que lo cuenten Martus o sus encharcados zapatos negros de cordones, tan favoritos que se resisten a desaparecer del armario (y así, en «petit comité», tienen agujeros en los talones, pero eso sólo lo sabe Marta, ¿eh?),   cosas de esperar a su amado bajo la lluvia… y, luego, (es por los agujeros), perder la paciencia, optar por el metro, descubrir que no hay ni para invitar a un Orbit y maldecir su suerte y enrabiarse y querer hacer que desaparezca el pobre violinista de la estación, porque en Madrid con lluvia no pega y le está dejando sorda.
La lluvia es para Londres que está plagada de ingleses y sin ella ya me diréis quién hubiese inventado el trench. O en su defecto para París y así una sigue el consejo de la Sabrina de Audrey y se pasea por los Bois de Boulogne y a poder ser del brazo de Humphrey Bogart.
En Madrid la lluvia no es romántica. Nada. ¿No habéis visto Marta?
Es un fenómeno poco estudiado pero comúnmente aceptado el que los madrileños no sepan conducir con lluvia (yo no soy madrileña, pero es igual porque no sé conducir nunca y me sumo al caos, y aparte soy madrileña adoptada así que igualmente se me pegaría), conque los, por su parte ellos sí, muy estudiados atascos de la “metrópoli”(por lo visto los madrileños siempre han gustado de moverse en vehículo propio, y ya en 1787 el conde de Floridablanca tuvo que prohibir la entrada de carruajes a la villa), se vuelven algo más crispante que un vuelo de once horas con un niño llorón en el asiento de al lado.
Total que si la previsión del tiempo es lluviosa, sal antes de casa. Independientemente del medio de transporte.
Y luego el otro tema. Tal vez Ginebra o Montreal sean ciudades en las que alguien sale de casa camuflado bajo un plumas, generalmente horroroso, que casi arrastra, y ya en destino se despoja de “eso”, las “après-ski” y el gorro en un ropero, y vuelve a ser persona recién salida de la peluquería. En Madrid eso no se puede. Así, que, ¿cómo se supone que puedes llegar impecable a una reunión/comida/trabajo si no se puede ir con Hunter, lo apropiado es una chaqueta y no un abrigo, y para colmo, tu linda cabellera es algo…, cómo diría…, alérgica a la humedad?
Esta tarde he tenido que ir a un sitio muy serio. Y claro, yo también quería ser muy seria. “Business casual”, es la etiqueta para esas cosas, pero nadie sabe qué significa si pasas de traje de chaqueta aburrido, que por cierto no es impermeable. Como soy bastante torpe, qué le vamos a hacer, los tacones no me gustan demasiado, y menos si jarrea. Zapatos, pues, y con suela de goma. Además, todas sabemos que las corrientes de aire son muy sexys para Marilyn y muy vergonzosas para las demás, así que pantalones. Escoceses azules y verdes, muy de invierno. Y, dadas las temperaturas, ¿qué mejor que una camiseta gordita con cuello de quita y pon, abrigada y favorecedora? Atentos a esto: dicha camiseta/camisa (puesto que tiene cuellito), es naranja eléctrico, color muy visto esta última temporada y que al parecer repetirá en la calle esta primavera (chivatazos de gente con acceso a los nuevos catálogos). Ego más hinchado que de costumbre con tal triunfador estilismo.
Pero ya en el ascensor, saliendo de casa por supuesto con mucho tiempo porque ya sabemos que en Madrid cuando llueve se sale antes, el atrevimiento se esfuma, y consciente de que mi presencia per se en ese lugar tan serio ya iba a llamar la atención, decido que camisa crema y jersey beige me disimularán mejor (es un truco de Mortadelo y Filemón, en los sitios serios las paredes suelen ser crema).
Dos minutos en Madrid con lluvia equivalen a siete minutos normales, así que me maldigo a mí misma por torpe en elección de vestimenta y salgo pitando, ya obligada a coger taxi, paraguas en mano (paraguas ideal que en su día me costó una pasta en Londres pero de eso hace ya más de cinco años) que no resiste la lucha entre mis prisas y el viento y, puede que por ser él mismo londinense, o porque hoy Madrid se creía Londres, cual en Mary Poppins se da la vuelta, y menos mal por fin consigo un taxi y el taxista se parte con mi explicación de que “esque Madrid es una ciudad de sol” y consigo llegar a ese sitio serio y encima con tiempo.
Y, bueno, ya os he dicho, intuición correcta en lo de llamar la atención. No había demasiadas personas, pero sólo dos mujeres. Y ya imagináis qué llevaba puesto la única señora que ha entrado en el lugar (y, qué gracia, ella también ha llegado con un poco de tiempo y podía elegir asiento, cerca de la única otra fémina de la sala, moi): Pantalones azules, zapatos con suela de goma y ¡la camiseta/camisa naranja eléctrico que cambié en el último momento! ¿No os digo que no es fácil elegir ropa cuando llueve en Madrid?
Camisa Naranja SANDRO C/Villanueva y C/Claudio Coello
Camisa Cuello Piel Negro SISTER JANE C/Hermosilla 26 (patio)
Pantalones escoceses CLAUDIE PIERLOT C/Claudio Coello 25
Zapatos de cordones MASSIMO DUTTI
No pasa nada, mañana hace sol otra vez y todo será menos complicado. Y además, Madrid necesita agua, vaya, aunque los madrileños vivamos consolados con esa gentileza de un conde alemán, Rehebiner, y el Manzanares sea así el mejor río del mundo, porque «es navegable… a caballo».

marta&pat:thelokatiks

pd. mi economía no me da para mucho taxi, pero espero algún día tener la suerte de subir en el Daniel Díaz, porque me hace toda la gracia su blog, os dejo el enlace de «nilibreniocupado»


unbaberoparamama.es

Deja una respuesta