Anoche tocó despedirse de una de las mujeres con mayor corazón que he conocido y que sin duda conoceré, mi cuñada.
Se vuelve a Perú a trabajar en el hogar y a dar clases a niños que realmente la necesitan. Lleva varios veranos allí, y el año pasado decidió irse un año entero para seguir formándose y seguir dando tanto a los que menos tienen, todo un ejemplo a seguir.
Volvió por navidad, si, como el anuncio del turrón, pero ya este viernes vuelve a marcharse.
El pasado fin de semana estuvimos todos de despedida en una casa maravillosa en Candeleda, pero como siempre, los buenos momentos pasan volando y me supo a muy poco, así que anoche vino a casa a cenar tipical spanish porque allí de lo que le gusta mucho no hay, así que había que cocinar a su gusto, porque se merece todo y más.
Debe ser que la lluvia me pone muy sentimental, porque me prometí a mi misma no pasarlo mal, pero cómo son las cosas, a veces es inevitable… ya que pensar que hasta diciembre no vuelvo a verla me produce una pena inmensa, sobre todo porque la canija no va a entender porque su tía Maüi no viene por casa para jalearla y jugar con ella como hace cada vez que la ve.
Qué suerte tenéis Perú, en unos días tendréis por allí a lo mejorcito de España, cuidarle, y mimarle que si no os las veis con varios madrileños, avisados estáis 😉
¡Qué sigas teniendo ese corazón de oro que te caracteriza! y disfruta cada día como lo haces, mientras tanto, estaremos ansiosos por volver a tenerte por aquí, deseando que el tiempo vuele para que se haga más llevadero.
Te echaremos de menos a rabiar, y lo sabes, pero qué orgullosísimos estamos de ti
